domingo, 24 de abril de 2011

Toxicosmos

Fluían las caladas. Una tras otra, inundando con el humo el aire de aquella habitación. Caladas, y sorbos de néctar etílico.

Se dejaba llevar por la toxicidad. Sentía todo. Sentía, siente. Cada centímetro de piel percibía lo jamás percibido. Cerraba los ojos y se daba un masaje mental. Volaba, rodeado de todos los colores descubiertos hasta el momento. Una nube espirituosa lo había elevado a un lugar fuera del tiempo, donde era inmune a todo. Volvía a cerrar los ojos. El Tiempo no daba tregua y el Toxicosmos agitaba su cabeza; manos invisibles rascaban lentamente cada uno de sus sentidos. Estas nuevas sensaciones le anegaban y le daban la vida. Se debatía entre lo onírico y lo real. Y quería volver, tanto que le agobiaba la impotencia de no poder hacerlo, pero quería también saber, buscar aquello que tanto ansiaba.

En su interior se acumulaban 3 orgasmos, cosquillas, caricias y mil millones de estornudos. Era maravilla en efervescencia.Y por sus pensamientos acudía fugazmente la imagen de ella. Él sólo quería sus manos.

Se deja caer al sofá, vuelve a cerrar los ojos. Despierta. Regresa a Cronolánea.


Se acerca a mis oídos;
me habla de lo que nos queda por pasar.
Y estallan los sentidos en colores aún por inventar.
Y está clara la razón para dudar.
Y rezamos para no volver jamás.

2 comentarios:

  1. La verdad es que me ha recordado un poco a la sensación tan fantástica y necesaria que proporcionan los momentos perjudiciales, aquellos en los que nos intoxicamos y dejamos la responsabilidad y el cuidado a un lado. En sentido estricto y en sentido figurado.
    Me lo paso mejor cuando me intoxico, aunque suene algo feo; aunque supongo que como todo, tiene que ser con moderación.. qué fastidio.

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  2. Creo que Álvaro se ha dado demasiada prisa en catalogar el mío como el mejor blog que ha leído. Esta entrada en particular me gusta mucho, muy bien descrita la sensación de ir, como diríamos por Graná, "tó ciego".
    :)

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