lunes, 13 de diciembre de 2010

Epílogo del prólogo nihilista #3 (Libro Onírico de Cronolánea)

¡Qué alegría (...cuando me dijeron "vamos a la casa del Señor"...) saberlo, oye! ¡Se ve que hay calidad!

Así termina (gracias a Dios y otras entidades) este prólogo nihilista (más nihilista en la teoría que en la práctica). Ahora doy por finalizado un viaje incial en el que he aprendido a volar, a ser libre, más libre de lo que yo jamás hubiese soñado. Y a volar digo (digo yo, que cuando digo "digo" digo "Diego") porque volar, en si, es un compendio de subidas y bajadas que se desarrollan en el cielo (¡Cielos!).

Irradio la misma droga de la que dependo para estar vivo. Las ansias de comerme el mundo despiertan  voraces cuando mis pies entran en contacto con la calle (ya que no me despierto yo por las mañanas que se despierten ellas) y siento en mí una magistral fuerza que me empuja a todo a lo que un día dije no. Y bebo (y practico todo tipo de actividades similares) para disfrutar más aún si cabe de lo que los sentidos tienen la costumbre de mostrar. Porque ahora comprendo que no consiste en amar con todas las fuerzas ni en odiar con todo el alma. Porque ahora soy yo el que me domino, eligiendo quién quiero ser a cada instante. Y puestos a optar por prácticas electorales, elijo (el alijo) lo que echo de menos (y bien sé que a ti ya no...). En fin, cosas que pasan (¡qué cosas!).

"Déjelo estar", me digo antes de sonreír, "déjese llevar", suena bien (quizás demasiado)...

También he aprendido a levantarme (la letra con sangre entra) de una forma tan perfecta y automática que nadie podrá saber que me he caído si no mira las cicatrices de mis manos y rodillas. Porque sé que la caída es tan inevitable como humana (sería estúpido negarlo).

Todo se resume en conocernos a nosotros mismos y a nuestros propios (y numerosos) defectos. Malas costumbres que hemos aprendido por el sendero. Y quererlos como un padre quiere a un hijo. Y cambiarlos con la dulzura propia del padre cuando educa al hijo en su más tierna infancia. Paciencia (que viene a ser la madre de la ciencia y del hijo en cuestión). Hace falta. Paciencia, porque lo bueno se hace esperar; el Tiempo juega con nostros a su antojo, pero luego, haciendo alarde de su responsabilidad, lo ordena todo poniéndolo en el lugar que le corresponde (¡Joder! Qué tío más ordenado).

-SENTIR QUE DEBES, SABER QUE PUEDES y elegir lo que sientes y sabes hasta saber que sientes que sabes qué es lo correcto (o lo que a ti te venga en gana).-


3 comentarios:

  1. Me encanta la entrada, transmite mucho optimismo!

    Esa es la forma con la que hay enfrentarse a la vida. Conocerse a uno mismo y superarse. Para poder pisar fuerte el suelo cada mañana y afrontar todo lo que venga.

    Un abrazo tio!

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  2. Nunca sabremos lo que es lo correcto, así que, como bien dices, sabremos que sabemos que sentimos lo que sabemos que es lo que nos venga en gana.

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  3. Yo siempre he pensado que, ante la duda, lo mejor es no decidir nada y dejarse llevar. Qué entrada más genial! Me gusta mucho cómo describes lo que a mí me resulta una forma genial de afrontar el día, no sé si optimista, supongo que sí, pero desde luego sí que me resulta realista, viva y humana. Saludoos ^^

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