Una de amistades y barbaries

Hoy, ordenando un poco esta leonera que frecuento cada noche, me he topado con una foto enmarcada...
Estaba al fondo de una estantería, debajo de unos cuantos papeles y con una fina capa de polvo. Tras pasarle por encima he visto sus caras; he pensado en cuanto tiempo llevo sin verlos, sin oír sus voces y me he dado cuenta lo mucho que los echo de menos.

Es obvio que sé de unos más que de otros, y, aunque resulte paradigmático, sé más de los que no veo cada mañana, de los que no me cruzo por los pasillos cada dos por tres. De hecho, lo poco que se de alguna de esas personas, son cosas que jamás hubiese pensado ni esperado de ellas...

Pero también sé que pase lo que pase los tendré siempre a mi lado y que estarán ahí cuando los necesite. Al fin y al cabo son mis hermanos, junto a los que crecí, con los que he reído, llorado, soñado, jugado, hablado de amoríos, dormido, bailado, cantado, bebido, peleado, discutido, perdonado... ¿Quién sabe cuantas mañanas juntos? Ni el tiempo ni el espacio son problemas; nuestra amistad esta por encima de eso.

Me gusta mirar sus sonrisas. Me gusta pensar en lo que pensábamos, en lo que pasamos, en lo que dijimos; en resumen, en las promesas que ninguno cumplimos....

Porque ahora que vuelven los fantasmas del pasado, el miedo vuelve a mi. Miedo a que una pastilla efervescente que eché en mi vaso de agua hace tiempo se disuelva....

-Estemos donde estemos, y sea cuando sea, siempre juntos-